¿Y dónde quedó el ácido?

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La vida está llena de sabores, de sensaciones que nos alimentan a través de los sentidos internos y externos.

Ir hacia la felicidad, convivir sanamente y tener paz espiritual son algunas de las mejores cosas que nos pueden suceder en la vida, pero... siempre falta algo.

He pasado por situaciones amargas, se llaman así porque cuando las vives sientes cierto amargor en la boca y no te dan ganas de tomar café, ni té.

He vivido experiencias saladas, relacionadas con la comida del almuerzo, con los hombres, los viajes y los miedos.

He conocido gente maravillosa y dulce, solo con ellos te dan ganas de tomar café y no necesitas un postre después del almuerzo. Compras muchos dulces para alimentar su dulzura y esa dulzura te hace feliz.

Esos sabores de vida alimentan la fuerza que se necesita para alcanzar la felicidad, la sana convivencia y la paz espiritual, pero... ¿dónde queda el ácido?

El ácido te llena de saliva, te hace digerir mejor los alimentos, te obliga a hacer muecas, te incomoda. El ácido lo siento cuando digo lo que nadie espera, cuando soy irreverente y rebelde, cuando le doy paso a la inmadurez y a lo incierto. Ese ácido también me lleva a discutir con otros y a cuestionarlos fuertemente.

Necesito las cosas buenas de la vida, pero no quiero perder mi ácido, si alguno puede ayudarme a encontrar de nuevo ese ácido, le daré las gracias como máximo.

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