La historia de un gallo rockero



Mi tía Chela vive en Acacías con su esposo, a ambos les gusta el campo, ir a fincas, ver ganado, ira los "pozos" (ríos) y recoger frutos que se dan de forma silvestre. A ellos les gusta que nosotros los visitemos, pero para mí nunca fue agradable ir a esas fincas.

Cuando íbamos a visitarlos y yo era más pequeña aún, me enfrentaba a la inexistencia de baños como los conocía en mi casa, casi ningún líquido se podía beber porque no era potable, todo era lleno de bichos inmensos, los murciélagos no dejaban dormir con su serenata, ni con el popó que dejaban caer sobre los toldillos y las camas por las noches. Siempre había un pizco, un mico o unos gansos bravos, unas hormiguitas agresivas, un loro que atacaba a los niños, pensamientos y afirmaciones que atacaban a las mujeres, en fin, era todo tan salvaje...

Un día llegó a mi casa mi tia, su esposo y una muchacha, trajeron quesos campesinos grandísimos y un costal. De repente, llevaron el costal al patio y alcancé a ver por un huequito, un pico.

Sacaron del saco de lona un pollo. Era muy lindo, tenía plumas naranjas, rojas y de color cobre, otras eran azules, verdes y cambiaban de color. El animal estaba traumatizado, se recogía en sí mismo y cerraba los ojos como quien espera lo peor, mientras que emitía un sonido como cuando los abuelos se quejan sin palabras.

Le amarraron una pata al pollo y lo pusieron cerca del plato de comida de la perrita que hay en casa. Esa tarde los dos animales se quedaron solos.

Por la noche me enteré de que la perrita le tenía miedo al pollo y que no era capaz de acercarse a su plato de comida.

Pronto el gallo heredó la casa que tenía la perra en la terraza y tuvo que soportar las inclemencias de las bajas temperaturas, pero sobretodo tuvo que soportar la soledad. Todas las mañanas cantaba hasta la saciedad, pero nunca le respondían. Aunque mi hermanita lo consentía y lo había bautizado como Rocky, no soportaba al cantante desafinado que la despertaba a las 5:30 de la mañana y dejaba el canto a las 10.

Otro día mi mamá encontró un polluelo de alguna avecilla local que estaba abandonado en el parque y resolvió llevarlo a casa. Por esa época mi casa ya era un zoológico y cada animal tenía su espacio, incluyendo a mi papá, mi mamá, mi hermanita y yo. Al polluelo lo llevaron a la veterinaria y allí murió.

Todos los días mis papás sacaban al pollo de su casa y lo guardaban por las tardes, pero una tarde hizo mucho frío y Rocky se enfermó.

¡Pobre Rocky! Sarita lloró, mi mamá quiso ayudarlo y casi lo asfixia con gotas de limón. Pasaron los días y el gallo fue mejorando de salud, aunque sus ojos amarillos continuaban con unas líneas rojas color sangre. Mejoró pronto, porque comía las pastillas como si fueran golosinas, contrario a la perra que al escuchar el sonido de la medicina sale despavorida.

Cuando Rocky parecía estar mejor, se fue de paseo con mis papás a la casa de una tía en el Restrepo. Esa tarde mis papás regresaron con una bolsa negra.

Al día siguiente llegué a almorzar a la casa y mi tía del Restrepo estaba en casa, ahí supe que era sancocho de Rocky, no acepté comer pollo, pero sí el resto.

Mi hermanita, la que lo bautizó, la que lo consentía, la que derramó lágrimas cuando estaba enfermo, sabiendo la verdad, devoró el sancocho con todo y pedazos de su querido Rocky.

Comentarios

  1. Cualquier parecido es pura coincidencia: http://www.youtube.com/watch?v=_zx5_HTSxNk

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