Soy una persona común



Soy una persona común y corriente, una mujer de baja estatura, cabello negro ( como la mayoría en mi país).

No canto bien, no soy buena para escribir poemas o hacer el ridículo. No me destaco en ningún deporte, aunque varios amigos me hayan querido inducir y casi obligar a jugar ajedrez, pero no, NO ME GUSTA.

Soy de esas personas que no impactan con su presencia, pero sí con su sonrisa, argumentos, tono de voz y cordialidad.

Suelo ser paciente, tranquila, racional, pero cuando se presentan ciertas situaciones desarrollo una forma particular de estrés que a veces explota.

- No soporto el chismorreo, la gente que se mete en la vida de los demás, que inventa hechos que no ocurrieron.

- No aguanto a la gente demasiado emocional, de esa gente que dice "ay me miró mal ya no le hablo".

- La principal causa de mi estrés es la mediocridad, me hierve la sangre, se me hacen nudos en la espalda, me da caspa. Es lo que más detesto y es lo más común. A mi alrededor hay instituciones, prácticas culturales, grupos sociales que se dedican de lleno a la mediocridad, que en ocasiones se oculta tras una máscara estética y en otras, se practica tranquilamente a viva voz y en plena luz del día.

La mediocridad está ligada a la negligencia, a la falta de autoestima, a un sistema educativo en declive, a la falta de rigurosidad, al desorden, la falta de disciplina, a que no se ama ni se quiere lo que se hace, a la inexistencia del sentido del deber y principalmente es un mal del Tercer Mundo.

La mediocridad me recuerda a que vivo en el Tercer Mundo, no me molesta vivir en Colombia, no me molesta vivir en Bogotá, en un lugar sin estaciones, agradezco inmensamente la existencia de mi familia, de mis amigos y de algunas personas admirables, pero resulta que el apelativo de "Tercer Mundo" plantea la existencia de otros mundos que se creen (o puede que sean) mejores que nosotros. Ese término nos convierte en ciudadanos de tercera clase, en los que no crean cosas, sino que las reproducen, en los que no reproducen mejorando lo anterior, sino que reproducen los errores.

En cuestiones graves como corrupción, violación de Derechos Humanos, injusticias, delitos de lesa humanidad, esperamos que los países del Primer Mundo intervengan y nos salven de nosotros mismos.

Cuando viene un gringo lo enlatecemos y nos aguantamos lo mal que habla el español, mientras nosotros queremos aprender a hablar un inglés perfecto para ellos.

Cuando viene un francés lo admiramos y nos aguantamos el olor, lo mal que habla el español, mientras nos arreglamos muy bien, nos vestimos con traje formal para agradarle.

Cuando viene un alemán a todas se les van los ojos, la mayoría hablan perfecto el español y tienen cierto discurso social que resulta muy interesante. Son muy pocos los alemanes que vienen a este país.

Cuando por cosas de la vida un peruano, un ecuatoriano o un boliviano con razgos indígenas así sea un presidente, el gerente de una empresa conocida o un investigador no es recibido con la misma aceptación generalizada. Hablan español un poco distinto al nuestro y no los admiramos por el lugar de donde vienen, pues también tienen nuestra calificación 3.

Llenos de prejuicios, sin tener la determinación de hacer las cosas bien, de dejar a un lado la negligencia, sin asumir las labores con un sentido del deber y amor hacia las cosas, seguiremos siendo mediocres del Tercer Mundo y aunque yo me manifieste en contra de esto, acepto que en algún momento he hecho cosas mediocres y nadie lo ha notado.

Si conocen algún tratamiento permanente para una mujer común, contra el estrés causado por la mediocridad y el tercermundismo, les agradecería inmensamente que me lo comunicaran. Gracias.

Comentarios

  1. ¡¡El ajedrez desestresa, Nadiecita!!

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  2. Para iniciar estas frases, debo recurrir a la palabra más noble y sincera que conozco para dirigirme amablemente ante un posible desencuentro que surge ante este artículo y es: “Lo siento” -no estoy de acuerdo en que eres una persona normal.

    Sin ir mas allá de ser un observador pasivo y sin argumentos de tipo afectivo… creo en tú anormalidad. Esa disyuntiva que se ve en la sonrisa sincera que sale de tu rostro, en la timidez de palabra y en el coraje de actuar en un medio que se entrelaza entre los dichos y los murmullos malintencionados de quienes quieren sobre salir.

    Eres anormal y un poco excepcional, tienes una dosis exacta entre el misterio y la sensualidad de una mujer que borra los estándares sociales permitiendo un contacto honesto como ser humano.

    NO ERES NORMAL, Eres diferente a los habitantes del tiempo que viven en este mundo sin sentido, aferrados a clichés mundanos y sin perspectivas. Eres alguien sensible y sensacionalmente pensante que a través de los visos de anormalidad ha cambiado muchos mundos los familiares, laborales, personales… entre otros tantos.

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  3. Gracias por los comentarios. Agradezco mucho el último.

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