3 Noches en Vela



Afuera el neón, la bombilla, el poste de luz.
Adentro la vela, la oscuridad, las sombras.

Objetos alguna vez deseados y comprados, dispuestos completamente inútiles sobre sus muebles.
Nada de llamadas locales ilimitadas, internet, cable, ni llamadas nacionales con descuentos.
Incomunicada tecnológicamente, con el mercado del día para que no se dañe más comida, sin poder lavar la tonelada de ropa, planchar, ver televisión, chatear o imprimir, con las linternas dañadas, las velas que se consumen rápidamente y la plata que no alcanza.

Al llegar a la casa sólo se conversa en tono más bajo que de costumbre, se come, se lava la loza y pronto llega la hora de dormir.

Entramos en 100 años antes del presente, hay un tiempo más lento en la casa, pensamos "cuando haya luz, adelantaremos el trabajo doméstico, los trabajos independientes y los pedido de los clientes de mamá".

En medio de esta situación se reencuentra la familia, la voz adquiere mayor importancia y la perra (sus ladridos) se convierte en la alarma y el timbre por excelencia.

Me reencuentro conmigo misma, con mi "yo" en los colores cálidos que permite la vela, reconozco la belleza de mi piel, del brillo de mis ojos, admiro los rasgos de otros que permanecen ocultos ante el brillo de la luz eléctrica.

Me han dolido menos los ojos, he dormido más, me he vuelto más percepctiva, disfruto las texturas, encurntro las cosas de forma más efectiva en mi bolso, he aprendido a esconder cosas sin esfuerzo y sin mentir.

He pensado mucho en el amor y en ti, te he extraño, he llegado a tomar en cuenta la posibilidad de la telepatía, de las señales de humo, la paloma mensajera, el mensajero Real (métodos obsoletos), me decidí a escribirte esto en un cuaderno.

Todo para decirte que me gustaría compartir contigo, la luz de la vela, las sombras, mi piel tersa y el brillo de mis ojos, vivir este tiempo lento a tu lado, mientras olvidamos las luces excesivas que no permiten que veamos lo esencialmente humano.

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